Ya todos saben de la pifia de la Marina al confundir la
semana pasada a Félix Beltrán León con Alfredo Guzmán Salazar, y aventarse esa
gran puntada de anunciar la captura del hijo del narcotraficante más buscado
del mundo, Joaquín “El Chapo” Guzmán. La Marina tenía sus dudas, y no fue
gratis que durante la presentación se refirieran al muchacho de 23 años (y no
26 como el “Alfredillo) como “presunto hijo”. Talvez algún día sepamos qué o
quién fue lo que llevó a la Marina a realizar semejante estupidez. Pero hasta
entonces, concentrémonos en otro asunto.
El viernes, Eladia León, la madre de Félix Beltrán León, ofreció
una conferencia de prensa para desmentir a la Marina, todos ya lo saben.
Enseñaron credenciales, licencias y hasta fotos familiares, por lo que la PGR
tuvo que salir en la noche a decir que no era el hijo del Chapo, pero que aún
así permanecería detenido por las armas y el dinero en efectivo que portaba.
Si bien la familia y defensa de Félix dicen que la Marina le
plantó el dinero y las armas, los apellidos Beltrán León no tienen muy buena
fama en Culiacán. Por lo menos tres hermanos con estos apellidos se
convirtieron en el terror de Sinaloa desde el año 2000.
Conocidos como “Los Charritos”, los hermanos Beltrán León,
fueron protagonistas de balaceras memorables, desapariciones misteriosas y rescates
espectaculares, ya que eran parte de una célula al servicio del cártel de
Sinaloa. Sí el del Chapo Guzmán.
El Charrito mayor, Jorge Rubén Beltrán León comenzó su
carrera delictiva en el año 2000 al violar a una mujer en Culiacán. Después
empezó a matar para el Cártel de Sinaloa junto a sus dos hermanos Horacio y
Javier.
Cinco años después fue capturado por la muerte de un policía
ministerial y su hermano. Para entonces, Los Charritos ya eran conocidos en
todo Culiacán y su poder iba en aumento. Jorge pasó dos años en el penal,
suficientes para tomar parte del control. En 2007, El Charrito recibió un
conveniente disparo por parte de uno de los custodios. Extrañamente, el disparo
fue hecho con una escopeta cargada con balas de sal de grano, que causan mucho
dolor, pero sólo heridas superficiales.
El 27 de septiembre, El Charrito fue trasladado al Hospital
Civil de Sinaloa, ya que el parte médico señalaba que sufría heridas en el abdomen,
las cuales no fueron atendidas de forma adecuada por la enfermería local y se
le tenía que practicar una cirugía. Pero esta no ocurrió. Momentos antes de ser
ingresado al quirófano, un comando con cerca de 40 sujetos entró al hospital,
desarmó a custodios y 12 policías estatales que resguardaban al reo y lo
rescataron.
No le duraron mucho los aires de libertad. Un mes después
fue capturado y reingresado al penal bajo la averiguación previa
AP/SIN/CLN/953/2007 por acopio de armas de uso exclusivo del Ejército y evasión
de reos. Para diciembre, la PGR decidió sacarlo del estado para evitar más incidentes
y hasta el momento se desconoce a dónde fue a parar.
Horacio y Javier
La detención del mayor de los Charritos no impidió que sus
hermanos siguieran sus pasos. El 2 de agosto de 2008, Horacio y Javier Beltrán
León protagonizaron una balacera en la colonia Las Vegas, digna incluso de
varios narcocorridos e imborrable de la memoria de los vecinos. Después de
asesinar a un sujeto, Horacio y Javier junto con su gente se toparon con
policías estatales, soldados y federales.
Los hermanos se separaron para tratar de dar una mejor ofensiva, pero no
fue la idea más brillante.
Horacio falleció en el enfrentamiento mientras que Javier se
refugió con sus hombres en un domicilio, que casualmente había sido usado como
casa de campaña del diputado priista Óscar Félix Ochoa, cuyos hermanos fueron
detenidos tiempo después en posesión de droga y armas, además de que tenía a un
cuñado incómodo, Javier Torres, operador del cártel de Sinaloa extraditado a
Estados Unidos, pero esa es otra historia.
Esa noche murieron cuatro federales al tratar de capturar a
los Charritos y fue una de las peores noches que había pasado Culiacán. Río
Doce la calificó como los primeros “signos de la narcoguerra que apenas
comenzaba”. (http://www.riodoce.com.mx/content/view/5211/)
Después de la muerte de Horacio, Javier fue enviado al penal
de Aguaruto. Estaba solo y malherido, ya que solamente uno de sus cómplices
sobrevivió a la balacera de Las Vegas. No duró ni un mes en el penal, cuando
fue asesinado a balazos junto a su compañero. El autor, un hombre de 50 años, acusado
de múltiples homicidios y con nada que perder. Semanas después, el asesino
apareció muerto por una supuesta sobredosis.
Durante el funeral de Javier, unos 20 hombres armados
levantaron a seis jóvenes que se encontraban en el sepelio. Esa fue la última
vez que se escuchó hablar de los Beltrán León. Hasta la semana pasada, cuando
la Marina capturó a Félix.
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